Puede interpretarse como un anuncio premonitorio el que se acabe de crear una Asociación de Amigos del Ferrocarril de Almería cuyo fin principal va a ser el de mantener y rescatar para la memoria colectiva todo lo que se relaciona con la cultura ferroviaria. Premonitorio, sí, porque al paso que vamos el tren va a ser de aquí a poco tan sólo un recuerdo histórico para los almerienses, un silbido lejano de máquinas de tracción en nuestras mentes, un chucu-chucu-chú de la imaginación que nos transportará a otros tiempos. Por eso resulta loable la iniciativa de los amigos de los raíles. Viene a ser como si los iberos, sabiendo de antemano que iban a desaparecer un día, se hubieran preocupado en su tiempo de conservar bien sus piezas de cerámica, sus vestimentas o sus utensilios para que los museos del futuro no tuvieran problemas. Todos habríamos ganado con una actitud tan previsora. Puede ocurrir también con esto de los amantes de la nostalgia ferroviaria un efecto no deseado, Y es que los colectivos y las organizaciones políticas y sindicales que están reivindicando la mejora de las comunicaciones por tren de la provincia se desanimen ante una tan evidente claudicación y piensen que ya no hay nada que hacer, que es más práctico regodearse en la añoranza y ponerse a coleccionar cromos y estampitas de largos y bruñidos trenes de hierro y hermosas estaciones decimonónicas con sus vestíbulos repletos de viajeros que, entonces, podían utilizar el tren para viajar sin problemas.- No Como ahora.