Aprovechando los días festivos de la Semana Santa de 2007, un grupo de atrevidos cicloturistas de ASAFAL se aventuraron a recorrer el antiguo trazado del llamado tren del aceite, entre las provincias de Jaén y Córdoba. Reconvertida en vía verde, esta vieja línea ferroviaria que fue inaugurada en 1893 y explotada por la Compañía de Ferrocarriles Andaluces y, tras la nacionalización, por RENFE hasta su cierre en 1985, discurre por parajes de gran belleza a los que se unen imponentes obras de ingeniería en forma de viaductos metálicos que dicen mucho de los hombres que llevaron a cabo la construcción de este ferrocarril.
El objetivo del itinerario era llegar hasta la estación de Luque (Córdoba) partiendo desde Jaén, ya que el recorrido completo de vía acondicionada, o sea, hasta Las Navas del Selpillar, se antojaba algo largo para hacerlo de una tacada. La persistente lluvia y el frío marcó el trayecto de ida y lo hizo diferente, aunque bastante duro, a pedalear con buen tiempo; sobre todo porque en el primer paso inferior que salvaba una carretera, un gran barrizal casi hace “descarrilar el tren”. A pesar del inconveniente de llevar lastradas las bicicletas de barro pegajoso, poco a poco se iba avanzando para atravesar la primera estación: Torredelcampo, o al menos, se debería haber pasado, porque, un cruce con una carretera, su mala señalización y un despiste, obligó al grupo a circular por una sinuosa vía de servicio de la autovía para volver a tomar el tramo ferroviario pasado el primer túnel y más largo de los existentes. Hay que tener cuidado con los numerosos pasos a nivel con carreteras, sobre todo, como el caso referido, en el que por unos metros se comparte espacio con vehículos a motor y no está muy clara la continuidad si no se presta la atención debida.
El firme es bueno y, en los laterales, aún se deja ver parte del balasto sobre el que se asentaba la vía férrea que nos recuerda permanentemente que vamos por el camino del tren. Tras pasar por los primeros puentes metálicos y un túnel corto, se llega a Torredonjimeno, cuya estación ha sido demolida sin más y solamente permanece en pie el muelle cubierto. Aún se percibe el apartadero de la factoría de cemento Holcim, donde prestaba servicio el tractor MTS para mover los vagones y que, tras ser rehabilitado, vuelve a hacerlo pero en el moderno complejo de Holcim en Gádor (Almería).
Martos es la siguiente estación, ubicada en el mismo pueblo y último lugar con población cercana, así como de abastecimiento seguro de agua en el mismo trazado. Es algo a tener en cuenta, sobre todo si el recorrido se hace en época de calor, que no era el caso. Desde este punto se adentra en plena naturaleza y, pendiente abajo, muestra su lado más espectacular con dos soberbios viaductos metálicos que salvan el río Víboras y el Guadajoz, punto fronterizo entre Jaén y Córdoba, además de atravesar las estaciones de Vado-Jaén y Alcaudete-Fuente de Orbe, la primera en estado ruinoso y la segunda, salvo el muelle de mercancías, bastante deteriorada; una pena.
Ya en la provincia de Córdoba, el firme es de peor calidad por el exceso de gravilla suelta que, junto a la subida tendida y el barro acumulado en las ruedas, obligaron a los ciclistas a un doble esfuerzo para cubrir los últimos 10 km. distancia hasta la estación de Luque.
Una vez alcanzada la meta, tras reponer fuerzas en este lugar, reconvertido en un bar de carretera y en un entorno ferroviario lamentablemente descuidado, había que llegar hasta el albergue municipal, situado a unos 3’5 km. y a una altura considerable respecto a la estación. La bellísima localidade de Luque recibió al grupo en un ambiente festivo de Semana Santa y con una persistente lluvia que, al día siguiente, se tomó un descanso para permitir que el retorno de los ciclistas fuera más llevadero.
Lo más complejo de la Vía Verde del Aceite y Subbética ya está hecho: la infraestructura, pero se echa en falta una mejor señalización, darle uso a las estaciones que están en estado ruinoso y paneles informativos a lo largo del trazado que expliquen aspectos del propio ferrocarril como de su relación con el entorno que atraviesa.
La bicicleta y el tren, ¡¡qué grandes amigos!!