El día 9 de abril de 2000, un numeroso grupo de socios y acompañantes nos concentramos a primeras horas de la mañana en la antigua estación de Sur de España en Almería, todos dispuestos a conocer la cabecera de la centenaria línea Linares – Almería; aquel tramo de 8’5 kms. que la Compañía de los Caminos de Hierro del Sur de España construyó a regañadientes porque se lo exigían las condiciones de la concesión del Estado.
Un “largo tren” -Diurno García Lorca- de un coche de Grandes Líneas arrastrado por una locomotora de la serie 319.3, partió puntualmente a las V10 h. dispuesto a llevarnos a la estación de Linares-Baeza.
Nada más salir, nos agrupamos en el “departamento panorámico”, o lo que es lo mismo, la plataforma de cola del coche de cola que se contempla el duro trazado de la línea que vamos dejando atrás. Como es bastante estrecho, nos íbamos turnando para ver tan hermosa vista, al mismo tiempo que se charlaba de cualquier tema ferroviario.
Parada en la estación de Fiñana y primer turno para subir a la locomotora hasta Guadix, en donde se incorporan a la expedición los socios de la comarca del Almanzora que, en otros tiempos no muy lejanos, hubieran llegado a esta antigua estación de empalme en algún tren a través de la línea que comunicaba Andalucía con Murcia, hoy clausurada y en proceso de desmantelamiento, si es que alguien no lo para.
Veinte minutos de parada en Moreda para acoplar la rama de Granada, recibir a un socio de la ciudad de la Alhambra y poder desayunar en la cantina un reconfortante café con leche y su correspondiente “Mari Toñi”, pues hace un frío que pela a 1.023 metros de altitud.
La lluvia nos acompaña desde hace rato y tememos que se nos agüe la fiesta, aunque los optimistas no faltan y el ambiente se caldea en el “departamento panorámico”, sobre todo comentando sus impresiones los que han subido a la máquina.
El hermoso viaducto del Hacho, de 625 metros de longitud, nos deja boquiabiertos, a pesar de que no circulamos por el original, sino por el que se construyó junto al primitivo que, gracias a Dios se conserva en todo su esplendor; este es un paso que marca el preludio, tras una breve parada en la estación de Cabra de Santo Cristo, del famoso viaducto del Salado, punto de unión hace 101 años de los dos extremos de la línea de Linares a Almería. A pesar de no tener su atrevida estampa inicial, ya que se renovó en los años 70, nos sobrecoge su estructura y nos hace pensar en los quebraderos de cabeza que supuso para la Compañía del Sur poner en pie tan magna obra de ingeniería.
Puntualmente, nuestro tren entra en la estación de Linares Baeza a las 11.02 h. y, rápidamente, bajo la lluvia nos trasladamos en autobús a la ciudad de Linares, en donde se une otro de nuestros socios, esta vez venido de Madrid.
La majestuosa estación de MZA en el Paseo de Linarejos es nuestro primer punto de la visita, un edificio que, gracias a la escuela taller, se está rehabilitando y dándole un uso cultural que lo preserve de los depredadores inmobiliarios. A pesar de ello, la marquesina del lado andenes está destrozada y el entorno, cuyas vías están cubiertas de tierra, muestra un aspecto desolador, sobre todo por los efectos del “botellón” del sábado noche.
Al final del Paseo se encuentra en una rotonda un vehículo recuperado del tranvía de la Loma, superviviente de la tupida red tranviaria de Linares, muy bien conservado y a salvo, de momento, de los gamberros.
Pero nuestro objetivo estaba puesto en la estación de Linares-San José, la de Almería, como la conocen los linarenses. Prácticamente había dejado de llover y contemplamos, no sin cierta tristeza, lo que queda de un bello edificio, hermano del de Guadix, y su entorno.-,. lleno de escombros y amenazado por una urbanización en expansión. Nuestra cicerone, María Dolores Cuéllar, a la sazón concejala del Ayuntamiento, nos dijo que había intentonas de rehabilitar el edificio, pero el coste es muy elevado y poco el presupuesto; no le faltan razones, pues tan solo quedan en pie los muros exteriores y poco más.
Llegó el momento de decidir si recorríamos el trazado descendente hasta la estación de Linares-Baeza (Baeza empalme) o modificábamos el itinerario. El tiempo había mejorado y, los más atrevidos, iniciamos la marcha.
Apenas recorridos unos 500 metros desde la estación se inicia una pendiente constante de 20 milésimas de 8’5 kms.. de longitud, algo que marcó el futuro desde su construcción, pues los trenes ascendentes tardaban en subir este calvario más de media hora. Así que, en el año 1961 se cerró al tráfico de viajeros y mercancías, permaneciendo sus vías hasta entrados los años 70.
Un cartel indica las obras de la Vía Verde del Plomo, nos adentramos en el trazado y comenzamos a sufrir las consecuencias de la lluvia caída: barro, barro y más barro, hasta llegar a una zona en la que mejoraba el terreno por la acción de la apisonadora que ejecuta los trabajos.
La vista es sensacional, apreciándose el sinuoso recorrido que nos lleva a Baeza empalme, cuyo edificio de viajeros se divisa casi desde el principio. Así pues, escoltados a izquierda y derecha por olivos y campos de trigo y avena, disfrutábamos de las explicaciones que nuestro experto socio, Domingo Cuéllar, nos daba sobre los avatares de este trayecto y de la zona por donde transitábamos.
Tan solo sobró el aguacero que en mitad del recorrido descargó sobre nuestra expedición, así como el campo de trigo que, casi al final, invadía unos 200 metros la explanación; por supuesto que lo atravesamos, pero, si ya íbamos calados hasta los huesos, aquí ya fue como tirarse a una piscina.
Compensó el remojón cuando ya enfilamos por el enorme terraplén que nos conducía a Linares-Baeza y contemplamos el paso de un intercity y un largo mercante con autos nuevos. No fue posible salvar las vías de Madrid-Sevilla, antiguas de MZA, ya que el primitivo puente metálico fue desmantelado hace poco tiempo. Así pues descendimos por un pequeño sendero junto a un estribo del puente para llegar por el andén hasta el restaurante, en donde nos esperaban los menos atrevidos y pudimos recuperar fuerzas con una suculenta comida.
Después del reposo y, a la espera de la salida del Talgo que nos llevara de vuelva a Guadix, Granada y Almería, recorrimos el entramado de vías de Linares-Baeza, contemplando el material estacionado, así como el antiguo acceso a la estación subterránea del tranvía de la Loma (el metro de Linares), hoy dedicada al cultivo de setas y champiñones.
Y a las 19’50 h., sin retraso alguno, dejamos las tierras linarenses y la cafetería del Talgo sirvió de escenario para comentar toda la jornada, en donde no faltaron anécdotas divertidas que hicieron muy ameno el viaje de vuelta.
Las agujetas se dejaron sentir el lunes por la mañana.